La cruel historia de una actriz que ganó un Oscar y desafió a la sociedad: Hattie McDaniel

La cruel historia de una actriz que ganó un Oscar y desafió a la sociedad: Hattie McDaniel

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Cuando se cumplen 80 años del estreno de 'Lo que el viento se llevó' recordamos el relato más chocante y triste que rodeó a aquel clásico: el de la intérprete afroamericana, lesbiana y valiente

Hattie McDaniel con Vivien Leigh, que daba vida a Escarlata O'Hara. El personaje de la sirvienta Mammy era el único que se atrevía a desafiar a la caprichosa Escarlata. Everett Collection
Protagonizó una de las películas más famosas de la historia del cine, Lo que el viento se llevó, pero le prohibieron asistir al estreno; se convirtió en la primera actriz negra en ganar el Oscar, pero no pudo sentarse en la misma mesa que sus compañeros de reparto; fue relegada a papeles de criada por los blancos y rechazada por los negros, que no entendían que se plegase al estereotipo al que Hollywood había reducido a su raza. Murió sin un dólar y su Oscar se lo llevó el viento, pero siempre fue fiel a sí misma y su mejor frase no la escribió ningún guionista, sino ella misma: “Prefiero interpretar a una criada por 700 dólares que ser una por 7”. Se llamaba Hattie McDaniel y sus luces y sombras estarán para siempre unidas a la historia del cine.





En su testamento pidió dos cosas: ser enterrada en el cementerio Hollywood Forever,  y que su Oscar fuera  entregado a la Universidad de Howard. Y tras su fallecimiento recibió su enésima bofetada: el cementerio no aceptaba a negros por muy famosos que fuesen



















Hattie McDaniel (Kansas, EE UU, 1893; Los Ángeles, EE UU, 1952) era la menor de los 13 hijos de una pareja de esclavos liberados que había recalado en Kansas huyendo de la pobreza más extrema. Más aficionada a seguir el ritmo del góspel que interpretaba su madre en la iglesia que a los libros, no tardó en subirse al escenario para colaborar en la paupérrima economía familiar. No tenía claro cuál sería su futuro, pero sí sabía que no quería seguir el camino de la servidumbre al que parecían condenadas las mujeres de su raza. Prefirió formar junto a dos de sus hermanos un grupo de vodevil en el que su vis cómica no tardó en destacar. "Ella fue radical en muchos aspectos", escribió su biógrafa Jill Watts, en Hattie McDaniel: Black Ambition, White Hollywood (ambición negra, Hollywood blanco). “Actuaba con la cara pintada de blanco, algo que ninguna otra mujer hacía entonces”, resumió Watts.

Cuando el crash del 29 se llevó todo por delante, también acabó con su espectáculo y ella recaló en Millwakee. "Aterricé allí rota", escribió en 1947 en The Hollywood Reporter. "Alguien me dijo que en el hotel Suburban Inn de Sam Pick buscaban una asistente para el baño de mujeres. Salí corriendo y cogí el trabajo. Una noche, cuando todos los artistas se habían ido, el gerente pidió que algún voluntario se subiese al escenario, pedí una canción a los músicos y comencé a cantar. No volví a trabajar en los baños. Durante dos años protagonicé el espectáculo del local”.
Hattie McDaniel, en una escena de 'Lo que el viento se llevó', la película que la convirtió en la primera afroamericana en ganar un Oscar.
Destacar en el negocio del espectáculo en los albores de los años treinta y acabar en Hollywood era una secuencia lógica y hacia allí se encaminó. Pero el Hollywood que se encontró McDaniel no era un campo de rosas para los negros. El código Hays —un sistema de autorregulación de los estudios para restablecer la buena imagen de Hollywood tras el aluvión de escándalos de los años veinte— prohibía los romances interraciales y no permitía que los negros accediesen a papeles violentos.





Doce años después de que la industria crease unos galardones para premiarse a sí misma una mujer negra se subía al escenario por primera vez y no era para limpiarlo









Los actores negros ocupaban papeles irrelevantes y a menudo sin acreditar: eran chóferes, camareros, turba y especialmente sirvientes. Hattie había huido del servicio en la vida real, pero no podría hacerlo en la pantalla. No tardó en destacar. En 1934, el director John Ford le echó el ojo y fomentó su estilo atrevido y sarcástico. Apareció en docenas de películas con algunas de las estrellas más populares de Hollywood y exprimiendo cada minuto en pantalla se convirtió en uno de los rostros más familiares del país. Estaba cumpliendo un sueño poco probable para la hija de un esclavo.
El productor de Lo que el viento se llevó, David O. Selznick, le dio a McDaniel el papel de Mammy a pesar de que no encarnaba los valores que se le suponían a una abnegada criada: era sarcástica, altiva y la única que se atrevía a pararle los pies a la indómita Escarlata (interpretada por Vivien Leigh). Eso sí, estaba enmarcada dentro de ese cliché de sirviente que no tiene vida al margen de su amo.










La actriz Hattie McDaniel, con el Oscar a Mejor Actriz Secundaria que recibió en 1940. Por aquel entonces los intérpretes secundarios no recibían una estatuilla, sino una placa.
La actriz Hattie McDaniel, con el Oscar a Mejor Actriz Secundaria que recibió en 1940. Por aquel entonces los intérpretes secundarios no recibían una estatuilla, sino una placa. Getty Images


El 15 de diciembre de 1939 alrededor de 300.000 personas acudieron a Atlanta para el estreno de la película en el Loew's Grand Theatre. Durante tres días la ciudad se engalanó para festejar el mayor acontecimiento de su historia. Las limusinas desfilaron por la calle principal, se celebraron recepciones, ondearon miles de banderas confederadas y hubo un baile de disfraces. Hattie McDaniel no recibió una invitación. La ley Jim Crow, que imponía la segregación de los negros en lugares públicos, seguía vigente en el sur. Todavía faltaban 16 años para que a pocos kilómetros de allí, Rosa Parks se negase a ceder su asiento en el autobús. 
A pesar del desdén con el que fue tratada, McDaniel hizo su papel a la perfección dentro y fuera de la pantalla. "Me encantó Mammy", declaró al hablar con la prensa sobre el personaje. "Creo que la entendí porque mi propia abuela trabajaba en una plantación similar a Tara", añadió.





"Una noche, cuando todos los artistas se habían ido, el gerente pidió que algún voluntario se subiese al escenario, pedí una canción a los músicos y comencé a cantar. No volví a trabajar en los baños. Durante dos años protagonicé el espectáculo del local”
HATTIE MCDANIEL, EN 'THE HOLLYWOOD REPORTER' EN 1947











La opinión de la comunidad negra se dividió al momento del lanzamiento y la película fue llamada por algunos como "arma de terror contra la América negra" y un insulto al público negro. Se realizaron manifestaciones en varias ciudades. No todos se volcaron contra la interpretación de McDaniel: la crítica la colocó a la altura de Vivien Leigh, y Los Angeles Times escribió que su trabajo era "digno de los premios de la Academia", tal y como recoge el libro Backwards and in Heels: The Past, Present And Future Of Women Working In Film.
Cuando el 29 de febrero de 1940 Fay Bainter leyó su nombre en la noche de los Oscar, 12 años después de su creación, una mujer negra se subía al escenario por primera vez, y no era para limpiarlo. La hija de dos antiguos esclavos, ataviada con un vestido turquesa y con dos gardenias blancas por tocado pronunció su discurso con la voz entrecortada: “Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas, miembros de la industria cinematográfica e invitados de honor: este es uno de los momentos más felices de mi vida y quiero agradecer su amabilidad a cada uno de ustedes que participó en seleccionarme para uno de sus premios. Me ha hecho sentir muy, muy humilde; y siempre lo sostendré como un faro para cualquier cosa que pueda hacer en el futuro. Sinceramente espero ser siempre un crédito para mi carrera y para la industria cinematográfica. Mi corazón está demasiado lleno para deciros cómo me siento, y puedo daros las gracias y que Dios os bendiga”.










Discurso de agradecimiento de Hattie McDaniel en la noche en que se convirtió en la primera mujer negra en ganar un Oscar.

Ella era la única mujer negra de la sala y la primera afroamericana en asistir a los premios de la Academia como invitada, no como sirvienta. Selznick había tenido que pedir un permiso especial para que estuviese en el recinto, en una pequeña mesa al fondo, alejada de las estrellas. Ni siquiera pudo posar con el resto del equipo de la película: California también era un Estado segregado.
La magnitud de su triunfo tardaría años en revelarse. Hasta que casi un cuarto de siglo después el actor Sidney Poitier recogiese su estatuilla por Los lirios del valle, ningún otro intérprete negro volvió a ser galardonado y ochenta años después, solo siete actrices negras se han llevado a casa el premio: Whoopi Goldberg, Halle Berry, Viola Davis, Lupita, Jennifer Hudson, Octavia Spencer y Mo’nique. Precisamente esta última subió al escenario con un aspecto inspirado en el de McDaniel y la mencionó en su discurso: “Quiero agradecer a Hattie McDaniel por soportar todo lo que tuvo que soportar para que yo no tuviera que hacerlo".

La actriz no iba a contracorriente solamente dentro de la industria. Su vida afectiva también era inusual. A pesar de sus cuatro efímeros matrimonios, los mentideros de la meca del cine la incluyeron en lo que se denominaba “círculos de costura”, una manera de llamar a las lesbianas de Hollywood y a los que pertenecían leyendas como Joan Crawford, Greta Garbo, Myrna Loy, Barbara Stanwyck o Marlene Dietrich. Según el biógrafo Kenneth Anger, Hattie fue amante de Tallulah Bankhead, célebre por pasar por la cama de la mitad de las actrices de Hollywood y por haber sido una de las favoritas para interpretar a Escarlata. Nada de eso trascendió al gran público. La industria generaba demasiado dinero y nadie estaba dispuesto a permitir que sus estrellas desafiaran la moralidad imperante. Publicistas y productores emparejaron a homosexuales y lesbianas formando matrimonios tan creíbles para los espectadores como risibles intramuros.
El éxito de Lo que el viento se llevó hizo a McDaniel tremendamente popular, pero también la encasilló. Tras la Segunda Guerra Mundial empezaban a respirarse aires nuevos, pero ella siguió aferrada a los papeles de criada y formó parte del reparto de la hoy denostadísima Canción del sur, una mancha que Disney sigue intentando borrar de su historia.
Al final de su carrera volvió a la radio y tuvo uno de esos pequeños triunfos que de nuevo sus compañeros no quisieron ver: se hizo con el papel de Beulah, otra vez una criada estereotipada, pero le había quitado el papel a un hombre blanco. Era la primera vez que una mujer afroamericana protagonizaba un programa de radio y se llevaba por ello mil dólares a la semana. Fue un éxito efímero, pues poco después de firmar el contrato le detectaron un tumor en el pecho. Murió el 26 de octubre de 1952 con 57 años.








Hattie McDaniel, con Clark Gable, que fue quien recomendó al productor David O'Selznick que diese el papel de Mammy a la actriz.
Hattie McDaniel, con Clark Gable, que fue quien recomendó al productor David O'Selznick que diese el papel de Mammy a la actriz. Everett Collection


En su testamento pidió dos cosas: ser enterrada en el cementerio Hollywood Forever y que su Oscar fuera entregado a la Universidad de Howard. Y tras su fallecimiento recibió su enésima bofetada: el cementerio no aceptaba a negros por muy famosos que fuesen. Se la enterró en el camposanto de Angelus-Rosedale. A  la ceremonia enviaron flores muchas de las estrellas que trabajaron con ella, pero solo James Cagney asistió en persona.
Hoy nadie sabe qué pasó con su premio de la Academia. Unos afirman que fue arrojado al río Potomac durante las revueltas que se produjeron tras el asesinato de Martin Luther King Jr. en 1968. Otros, con menos sentido de la épica, que simplemente está perdido en algún sótano, pues debido a su forma de placa –hasta 1944 los actores secundarios no recibieron estatuilla– es más difícil de identificar.
Paradójicamente, es lo más valioso que tenía cuando falleció: tras toda una vida trabajando no le quedaba un céntimo en el bolsillo. Gran parte de su pequeña fortuna se había ido en ayudar a sus compañeros menos afortunados.
Fuente: El pais






















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